domingo, 22 de noviembre de 2009

Acerca de Carmen Martín Gaite 8

Cogió un cuaderno del cajón donde los guardaba todos. Decidió que fuese aquél porque era el que estaba más vacío. Arrancó las primeras hojas, donde había derramado toda su desazón y su rabia después de una de tantas absurdas disputas con su madre, pero, pese a ello, el contenido de aquellas páginas seguía impregnando el cuaderno. Empezó a tomar notas en él (más bien pocas) a medida que iba leyendo un estudio bastante prescindible sobre la novelística de Carmen Martín Gaite. Después de un rato, lo desechó sin ningún remordimiento. "Ya está bien de leer basura y obviedades", se dijo, y retomó Lo raro es vivir para hacer un vaciado de los fragmentos que le interesaban en relación con el tema de su propio trabajo, la subjetividad literaria. ¿por qué Lo raro es vivir? Recordaba vagamente el argumento y no era la primera novela de la serie. Posiblemente, decidió empezar por ésa porque era la más corta y empezaba a estar un poco ansiosa por ver los resultados de tanta lectura y cavilación. Así que se puso a la faena sin sospechar de qué extraño modo las piezas del puzzle de Águeda Soler iban a ir encajando en su propio rompecabezas. Y es que, a ratos, parecía como si Águeda Soler y ella fuesen la misma persona. Tenía la impresión, mientras leía, de que su vida y la de ella, si bien seguían la mayor parte de las veces rumbos distintos, coincidían en cambio en algunos momentos como si alguien las hubiese calcado una sobre otra. Si se ceñía a las fechas, hacia 1995 Águeda Soler tenía treinta y cinco años. Era, pues, cinco años mayor que ella, que en febrero de ese mismo año había cumplido treinta. Pero los personajes de ficción no envejecen y, en cambio, las personas sí. Por eso, cuando conoció a Águeda Soler, en 1999, a través de las páginas de Lo raro es vivir, ya había cumplido los treinta y cuatro, o sea, que eran prácticamente de la misma edad. Águeda Soler era hija única, como ella. Su abuelo materno se llamaba Basilio, como el de ella, y, en el momento de morir, eran ambos muy ancianos. En su adolescencia y primera juventud, Águeda tocaba la guitarra, cantaba y componía canciones, igual que ella, que había aprendido a tocar un poco la guitarra con quince años y luego había formado parte de dos grupos musicales, en los que empezó haciendo coros para convertirse más tarde en solista ocasional. Águeda era una mujer de Humanidades, si bien de Historia del Arte y no de Literatura, y durante una época de su formación universitaria había sentido fascinación por una joven y brillante profesora que había despertado en ella la pasión por el estudio. También ese sentimiento le pertenecía. Más coincidencias. Águeda llevaba ya unos años siguiéndole la pista a un tal Luis Vidal y Villalba, un viajero catalán que se había visto implicado en las primeras revueltas indígenas de emancipación en Perú, por allá por el siglo XVIII; su intención era escribir una tesis sobre este personaje y su peripecia, a partir de los documentos que tenía a su disposición en el archivo donde desempeñaba su trabajo y de otras fuentes. Entre dichas fuentes, había una que cobraba especial protagonismo en la novela, un artículo, cuyo autor (aunque Martín Gaite no lo citaba) era Miquel Batllori. Ese artículo se lo proporcionaba su amiga Magda, quien a su vez lo había conseguido a través de una tal Emma, profesora en la Universidad de Barcelona. Al leer esto, en seguida pensó en E. M. amiga personal de Carmen Martín Gaite, con la que sentía haber tenido lo que podrían llamarse "encuentros abstractos", pues ejercía en la Facultad de Filología de la UB durante sus años de estudiante y, aunque a ella nunca le había dado clase, sí tenía trato personal con K. A., y recordaba que él la citaba a menudo, siempre con admiración. Volviendo al artículo de Batllori, el texto original estaba en catalán y se titulaba "Lluís Vidal, català extra-vagant". En la novela, Águeda se compraba un diccionario de catalán y se lanzaba a traducirlo con avidez. En fin, aquel artículo, precisamente aquél, lo había traducido ella en 1996, el mismo año en que había salido publicada la novela de Carmen Martín Gaite, para incluirlo en una edición en castellano del libro de Batllori Vuit segles de cultura catalana a Europa que había publicado Círculo de Lectores.

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