sábado, 21 de noviembre de 2009

Acerca de Carmen Martín Gaite 3

Todos los personajes de Martín Gaite se desdoblan o se reflejan y, además, lo hacen fragmentariamente, como fragmentaria es la subjetividad del ser humano y su memoria. La valoración del desorden, esa literatura que quiere ser "un desafío a la lógica... no un refugio contra la incertidumbre", ese "perder el hilo" al que el hombre de negro no cesa de invitarla en todo lo que dura su diálogo con ella en El cuarto de atrás, ese construir la propia identidad en la simultaneidad de añicos de espejo que contienen nuestro reflejo en tiempos distintos y hasta distantes y, en suma, la propia búsqueda de interlocutor son las variaciones de un mismo tema, de una misma obsesión. Aquí podríamos hacer un poco de historia para contextualizar. El doble, en efecto, aparece en la literatura en época muy arcaica, está presente ya en los mitos y leyendas de las sociedades y culturas primitivas, y no sólo son multitud los novelistas, cineastas, pintores y artistas, en general, que han planteado alguna vez la cuestión de la identidad a través del motivo del doble, con todas sus implicaciones y ramificaciones, sino que también desde la filosofía, la psicología y la psiquiatría, el desdoblamiento ha sido un tema largamente analizado, en el contexto de las investigaciones sobre la personalidad y el aparato psíquico; en este sentido, la obra de ciertos pensadores ha sido crucial en el devenir de la cultura occidental a partir del siglo XIX; hablamos, claro está, de Freud, Lacan y Jung. Pero no se trata de buscar una correspondencia término a término entre las novelas de Carmen Martín Gaite y lo que estos y otros autores postulan; no se trata de justificar ni de refrendar las decisiones estilísticas, narrativas y temáticas de la escritora a través de una especie de argumento de autoridad, ni de hacer un inventario de situaciones o tipos que nos lleve a una disección de su obra narrativa desde la perspectiva del doble. Eso es algo que resulta superfluo, porque ya ella, antes que cualquiera de sus estudiosos y sus críticos, accedió a ese saber y lo integró en su labor creativa sin pretender nunca camuflarlo demasiado. Martín Gaite es una escritora universitaria, intelectual, de vasta cultura, y todo lo que podamos decir en relación con el pensamiento que ha marcado la psicología moderna, ella ya lo sabe y no es posible suponerle al respecto una ingenuidad total. Conoce la teoría y sus limitaciones y mantiene una postura crítica frente a ella. En Nubosidad variable, por ejemplo, utiliza deliberadamente, para construir el personaje de Mariana León, los patrones del desdoblamiento freudiano, que se despliegan no sólo a través del autoanálisis al que se somete el personaje, sino también, singularmente, por medio de la intertextualidad con la obra de R. L. Stevenson, Doctor Jekyll y Mr. Hyde; todo ello le sirve para plantear que tal vez no sea ése el mejor camino si se quiere llegar al conocimiento de la propia identidad. Pero eso no significa que las piezas del puzzle (la imagen es suya) no vayan encajando de algún modo y que no haya ecos resonando por todas partes. ¿Acaso no es ella misma quien establece la analogía entre el "cuarto de atrás" de su infancia en Salamanca y ese espacio que con sumo acierto literario denomina el "desván del cerebro", para en seguida describirlo como "una especie de recinto secreto lleno de trastos borrosos, separado de las antesalas más limpias y ordenadas de la mente por una cortina que sólo se descorre de vez en cuando", y afirmar luego que "los recuerdos que pueden darnos alguna sorpresa viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y sólo cuando quieren, no sirve hostigarlos" (El cuarto de atrás, pp. 80-81)? ¿Acaso no ha leído a Todorov, que "habla de los desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre" (El cuarto de atrás, p. 19)? ¿Y no escribe acaso, conforme a su promesa, como por arte de magia, sin haberse sentado siquiera ante el folio en blanco y la máquina de escribir, simplemente conversando con su misterioso visitante, una novela fantástica, en la que nunca llegan a delimitarse las fronteras entre la ficción y la realidad y una de cuyas claves es el motivo del sueño? En última instancia, Carmen Martín Gaite confía sobre todo en la palabra, en la memoria y en los "buenos espejos", al tiempo que previene contra los malos.

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